La noche en que murió llovía a cántaros. Pero no era la lluvia fina del norte. Era un llover con ganas. Estuvo todo el día lloviendo a ratitos cortos, como siempre vamos. Cuando aparcamos, al lado de la concha, casi milagro, empezó llover en serio.
No te creerás que tuve un pensar algo viene.
Casi a las doce de la noche, camino del hospital en el coche, no se veía apenas del agua que estaba cayendo. Impresionante ese llover.
En la misma puerta cuando llegamos, en la entrada de urgencias, le dije a ella, "ya casi creo que no hace falta correr". Yo creo lo mismo, me contestó ella.
Cuando te ví, ya no me hacía falta hablar con ningún médico.
Tuviste suerte, esa noche llovió, como si se acabara el mundo.
No te creerás que tuve un pensar algo viene.
Casi a las doce de la noche, camino del hospital en el coche, no se veía apenas del agua que estaba cayendo. Impresionante ese llover.
En la misma puerta cuando llegamos, en la entrada de urgencias, le dije a ella, "ya casi creo que no hace falta correr". Yo creo lo mismo, me contestó ella.
Cuando te ví, ya no me hacía falta hablar con ningún médico.
Tuviste suerte, esa noche llovió, como si se acabara el mundo.