A Eva, a quien le debo este blog
No dijiste adios. Pero sí hasta luego muchas veces.
Ella, a pesar de conocerme como nadie, aún pone cara de asombro cuando no recuerdo cosas de esas que tendría que acordarme.
Me dice el zafiro, que en filosofía ahora estudian lo que es la empatía. ¿Qué es?- le pregunto. - Ponerse en el lugar del otro, contesta.
- ¿Y qué filósofos estudias, cuáles recuerdas?
- No sé, ninguno.
La mente es un prodigio natural, con un sistema perfecto, para automáticamente borrarte lo que no te sirve. De paso se carga algunas cosillas, que en realidad son cosas. Efectos colaterales.
Para mí, lo increible es algunas de las cosas que recuerdo, de manera tan precisa. Un gran porcentaje, aunque los testigos tienen mejor memoria- será por eso que se define así el vocablo - las dejo suspendidas en el tiempo. Sin intención ninguna, por supuesto, de preguntar nada a esos testigos. Sólo, voy "repasando" algún detalle, que fuera unido al recuerdo, para ir completándolo. Influye la edad. El tener pocos años, debe ser como el tener muchos, los dibujos acaban desdibujados. Influye, y mucho, la apariencia de normalidad, lo cotidiano, entonces no pones mucha atención a los detalles.
Me molesta la gente que no dice adios cuando se marcha. Es como los que no contestan cuando les hablan. Me molestan los que hacen leña del árbol caído. Conocen éstos la empatía?
Cada día, a pesar de que el género humano esté considerado el más inteligente, me reafirmo en la idea de que los animales son infinitamente más listos.
Hace tiempo, paseaba con un pastor aleman y un labrador. Lo de " les paseaba" es un decir, porque con un sólo dedo de frente se entiende- no hace falta decir- qué eran ellos los que me paseaban. El caso que pudieran hacerme es tan relativo como el tiempo ¿Fue hace un año?, ¿hace diez? Ellos oían los coches antes que yo, y por supuesto, también oían antes que yo cualquier peligro. La fachada de aparente seguridad lo es todo. Apareciendo el peligro, debía aparecer también la apariencia de que esos dos perros impresionantes eran míos. Sólo defenderían al dueño. Y yo, aunque me conocían, más que de sobra, para ellos, nada más era alguien cercano a la esmeralda ¿Y qué pueden entender dos perros de piedras?. Entendían que una piedra es una piedra, y sólo es importante, dependiendo para quien sea importante.
Ella me dijo, - ¿sabes que se va a morir verdad? Y me miró como si yo tuviera la edad, que entonces tenía el zafiro?
- Uno no se muere así como así - le dije.
Y las palabras se me quedaron en la cabeza. Pero más se me quedó su forma de mirarme, y el tono en que me habló.
No recuerdo, y no me molesta gran cosa no acordarme, de dónde venía, para que al volver, pasara primero por su casa. Debía haber ido a hacer alguna cosa de esas que voy dejando para otro día, hasta que ya no puedo atrasar más.
- Tengo algo importante que hacer, luego nos vemos, les dije.
La olivina perfecta, no paraba de descojonarse en mi propia cara
¿Te has arreglado tánto para venir a verme a mí ..... (aquí usó una de sus expresiones, de esas que usaba para el santo)?
Y era toda risa. Y en apariencia, cuando la ví, parecía que las palabras que se habían quedado flotando en mi mente, era una de esas cosillas, que se borrarían en cualquier momento. No eran cosas. La olivina estaba bien, estaba mejor que bien. Ella se equivocaba.
Me han hecho falta casi tres años, para entender lo qué de verdad es la empatía.
No le dí mucha importancia a que el santo estuviera en la habitación de al lado. Tampoco me pareció raro que fueras en chandal y llevaras los pendientes en acero que tánto me gustaban. Un gran diseño sin duda. Pero hacía mucho que no te los ponías.
Era octubre, y ya te ibas.
No dijiste adios. Pero sí hasta luego muchas veces.
Ella, a pesar de conocerme como nadie, aún pone cara de asombro cuando no recuerdo cosas de esas que tendría que acordarme.
Me dice el zafiro, que en filosofía ahora estudian lo que es la empatía. ¿Qué es?- le pregunto. - Ponerse en el lugar del otro, contesta.
- ¿Y qué filósofos estudias, cuáles recuerdas?
- No sé, ninguno.
La mente es un prodigio natural, con un sistema perfecto, para automáticamente borrarte lo que no te sirve. De paso se carga algunas cosillas, que en realidad son cosas. Efectos colaterales.
Para mí, lo increible es algunas de las cosas que recuerdo, de manera tan precisa. Un gran porcentaje, aunque los testigos tienen mejor memoria- será por eso que se define así el vocablo - las dejo suspendidas en el tiempo. Sin intención ninguna, por supuesto, de preguntar nada a esos testigos. Sólo, voy "repasando" algún detalle, que fuera unido al recuerdo, para ir completándolo. Influye la edad. El tener pocos años, debe ser como el tener muchos, los dibujos acaban desdibujados. Influye, y mucho, la apariencia de normalidad, lo cotidiano, entonces no pones mucha atención a los detalles.
Me molesta la gente que no dice adios cuando se marcha. Es como los que no contestan cuando les hablan. Me molestan los que hacen leña del árbol caído. Conocen éstos la empatía?
Cada día, a pesar de que el género humano esté considerado el más inteligente, me reafirmo en la idea de que los animales son infinitamente más listos.
Hace tiempo, paseaba con un pastor aleman y un labrador. Lo de " les paseaba" es un decir, porque con un sólo dedo de frente se entiende- no hace falta decir- qué eran ellos los que me paseaban. El caso que pudieran hacerme es tan relativo como el tiempo ¿Fue hace un año?, ¿hace diez? Ellos oían los coches antes que yo, y por supuesto, también oían antes que yo cualquier peligro. La fachada de aparente seguridad lo es todo. Apareciendo el peligro, debía aparecer también la apariencia de que esos dos perros impresionantes eran míos. Sólo defenderían al dueño. Y yo, aunque me conocían, más que de sobra, para ellos, nada más era alguien cercano a la esmeralda ¿Y qué pueden entender dos perros de piedras?. Entendían que una piedra es una piedra, y sólo es importante, dependiendo para quien sea importante.
Ella me dijo, - ¿sabes que se va a morir verdad? Y me miró como si yo tuviera la edad, que entonces tenía el zafiro?
- Uno no se muere así como así - le dije.
Y las palabras se me quedaron en la cabeza. Pero más se me quedó su forma de mirarme, y el tono en que me habló.
No recuerdo, y no me molesta gran cosa no acordarme, de dónde venía, para que al volver, pasara primero por su casa. Debía haber ido a hacer alguna cosa de esas que voy dejando para otro día, hasta que ya no puedo atrasar más.
- Tengo algo importante que hacer, luego nos vemos, les dije.
La olivina perfecta, no paraba de descojonarse en mi propia cara
¿Te has arreglado tánto para venir a verme a mí ..... (aquí usó una de sus expresiones, de esas que usaba para el santo)?
Y era toda risa. Y en apariencia, cuando la ví, parecía que las palabras que se habían quedado flotando en mi mente, era una de esas cosillas, que se borrarían en cualquier momento. No eran cosas. La olivina estaba bien, estaba mejor que bien. Ella se equivocaba.
Me han hecho falta casi tres años, para entender lo qué de verdad es la empatía.
No le dí mucha importancia a que el santo estuviera en la habitación de al lado. Tampoco me pareció raro que fueras en chandal y llevaras los pendientes en acero que tánto me gustaban. Un gran diseño sin duda. Pero hacía mucho que no te los ponías.
Era octubre, y ya te ibas.